La velocidad a la que consumimos información se ha incrementado notoriamente en los últimos años. Uno de los comportamientos más extendidos entre los usuarios de plataformas como WhatsApp es la escucha de audios a velocidad aumentada. Esta práctica, si bien ahorra tiempo, suscita dudas sobre sus efectos a largo plazo en nuestra capacidad cerebral.
Escuchar audios a velocidades superiores puede modificar la manera en que nuestro cerebro procesa la información. Según investigaciones preliminares en neurociencia conducidas por Sylvie Pérez, profesora y psicopedagoga de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el cerebro se adapta a esta forma de escucha activando mecanismos de atención selectiva, lo que permite filtrar y priorizar información rápidamente. Sin embargo, esta adaptación puede tener un costo: una posible reducción en la retención de detalles finos y, potencialmente, un impacto en la memoria a corto plazo.
Los investigadores están comenzando a observar que, aunque los adultos jóvenes pueden adaptarse más rápidamente a este cambio debido a la plasticidad cerebral, no está claro aún si estas adaptaciones tienen consecuencias negativas a largo plazo. De hecho, estudios en campos como la psicopedagogía sugieren que este tipo de escucha podría estar fomentando un procesamiento más superficial de la información, lo cual no es ideal para el aprendizaje profundo o la retención a largo plazo.
Los avances tecnológicos han modificado nuestras expectativas de comunicación e información. Escuchar audios a doble velocidad o más se ha convertido en una norma para muchos, pero ¿qué implica esto para nuestro cerebro?
Estudios en el campo de la neurociencia sugieren que nuestro cerebro puede adaptarse a estas velocidades elevadas mediante el ajuste de los mecanismos de atención selectiva. Esto significa que mientras escuchamos, nuestro cerebro trabaja para discernir y priorizar rápidamente la información clave. Sin embargo, esta capacidad viene con un costo potencial: la posibilidad de perder detalles importantes y la degradación de la memoria a corto plazo.
Los investigadores han observado que los jóvenes, quienes son especialmente adeptos a esta práctica, pueden experimentar cambios en la manera en que su memoria procesa y retiene información. Aunque la plasticidad cerebral permite una cierta adaptación a estos cambios, los efectos a largo plazo siguen siendo una preocupación en desarrollo.
El procesamiento superficial, un riesgo asociado con la escucha acelerada, implica que aunque se entienda el mensaje general, los detalles finos y a menudo críticos se pierden. Esto puede ser particularmente problemático en contextos académicos o profesionales donde comprender y retener detalles precisos es crucial.
Además, la práctica podría estar afectando nuestra capacidad de concentración y reflexión profunda. Al estar acostumbrados a recibir información a tal velocidad, nuestra paciencia y capacidad de concentración en tareas más lentas y meticulosas pueden disminuir.
Para aquellos que optan por escuchar audios a velocidades aumentadas, es crucial implementar estrategias que contrarresten los posibles efectos negativos:
Aunque la investigación continúa, es evidente que la forma en que consumimos audio digital está evolucionando y puede estar redefiniendo nuestra capacidad cognitiva. Adaptarse de manera saludable será clave para mantener nuestra mente aguda en un mundo donde la velocidad de la información no muestra signos de desaceleración.
Mientras la investigación sigue evolucionando, es vital considerar cómo nuestras prácticas de consumo digital afectan no solo nuestra eficiencia, sino también nuestra salud cognitiva. En un mundo que valoriza la velocidad, encontrar el equilibrio adecuado será esencial para preservar y potenciar nuestras capacidades mentales en el largo plazo.
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